A finales del siglo XIX, asistimos en Europa a la llamada Epoca de Oro de las muñecas de porcelana.
Se elaboran bellos moldes de los que
saldrán a diario bellísimas cabezas de muñecas, las cabezas de
porcelana. Se hacían de caolín , una materia prima que tras pasar por
los moldes y solidificar en los hornos a altísimas temperaturas, daba
lugar al biscuit, un material relativamente resistente y duro, con el
que se lograba una perfección tal de rasgos nunca hasta entonces
conseguidos, que logró encandilar a varias generaciones siempre de las
clases pudientes. Los cuerpos, cuando las muñecas no medían más de
25cm, se podían hacer en su totalidad de biscuit, a partir de ese
tamaño, se solía usar, al principio, el papel maché,el trapo relleno
para muchos bebés, la piel de cabritilla para las famosas muñecas tipo
maniquí articuladas, o más adelante los cuerpos en composición.
Representaban a toda una época, toda una vida, los lujos, los trajes de infinitos encajes, todo el esplendor de una era victoriana a través de una muñeca.Tener una muñeca de porcelana era un lujo a manos de muy pocos, la mayoría de las veces, eran los padres quienes regalaban las muñecas a las madres, que las guardaban celosamente en lujosas vitrinas y las niñas, ensimismadas, debían conformarse tan sólo con mirarlas a través de los cristales.
Más adelante, hacia la primera década de los años 20, las principales factorías, con la intención de acercarse a un número mucho mayor de familias, comienza a realizar, junto a la porcelana, las cabezas de las muñecas con masa cerámica, parecida a la porcelana, no tan exquisita y fina, pero de la que se conseguían bellísimos rostros de muñecas y bebés a un precio más adsequible.
Francia
Las muñecas francesas destacaban por la calidad extrema de sus porcelanas y los detalles de sus vestidos.
Entre 1860 y hasta comienzos de
la Primera Guerra Mundial, bellísimas muñecas denominadas Ladies o
parisiennes, copaban un mercado selecto encabezado por los modistos, que
las llevaban como maniquí para mostrar sus creaciones ante las finas
damas de la sociedad.que muy pocos podían acceder. Las cabecitas y
pectorales estaban realizados en fino biscuit y los cuerpos eran
articulados, en piel de cabritilla, o en madera. Se vendían bien
vestidas, con hermosísimos modelos de alta costura, o desnudas para que
las costureras y nodrizas les realizacen los ropajes, la moda parisienne
estaba reflejada en ellas, auténticas muñecas "maniquí" que hoy en día
son muy apreciadas. Muchas no llevan marca, por lo que es imposible el
poder identificarlas.
Las niñas demandaban muñecas parecidas a ellas, lo
que provocó que los fabricantes comenzaran a cambiar las delicadas
primeras madammes, en dulces muñecas y en tiernos bebés. La calidad era
exquisita y los trajes sumamente elaborados, por lo que los precios de
las muñecas era tan elevado que sólo podían acceder a ellas
exclusivamente las clases ricas.
Además, Alemania, venía
empujando con fuerza, su producción era tal que se había convertido en
la primera exportadora a Gran Bretaña,Estados Unidos y Francia. La
calidad de su bisque era excepcional y los precios mucho mejor que los
franceses. Con este panorama, los principales fabricantes crearon: SFBJ
(Sociedad francesa de fabricación de bebés y muñecas), destacan entre
ella, sacadas de moldes Jumeau, las llamadas de "carácter", niñas y
niños, bien con cuerpo articulado o cuerpo de bebé, con inimaginables
sonrisas y llantos, increíbles por su belleza y realismo.
Alemania
Alemania fue el país número uno en producción de
muñecas de porcelana, y en sus principales factorías, entre las que
cabe destacar, la de ARMAND MARSEILLE, en Kopperlsdorf, se fabricaban
una media de mil cabezas al día. Miles y miles de familias de Sonneberg y
alrededores, vivían exclusivamente de la fabricación de las distintas
partes del cuerpo de las muñecas, y las entregaban semanalmente a los
encargados de las grandes fábricas que se encargaban de supervisar el
producto. En las factorías se realizaban las cabezas, y una vez
llegados, se ensamblaban todas las piezas.
Muchas factorías realizaban
cabezas para otras firmas, mientras que otras, como Kestner, realizaba
sus muñecos completamente en su fábrica, cabezas y cuerpos.
Posteriormente llegaba el momento de la distribución, una a una,
ninguna era igual, ya que a pesar de compartir mismos moldes, esas
cabecitas se pintaban minuciosamente a mano con gran dedicación y
cuidado.
Tan importante era la muñeca como su vestimenta. Gracias a esto no
faltaba el trabajo para costureras y chicas humildes de la calle que
acogidas en enormes talleres creados por los fabricantes, aprendían a
elaborar soberbios trajes para las muñecas, que lucían como niñas de
verdad entre suaves batistas, lazos de seda y encajes.
Comenzados los años 30, se deja de trabajar con el caolín.
Será a finales de los años
veinte cuando se comienza a pintar sobre la cabeza en blanco, lo que
abarataría en gran medida el coste en la fabricación de las cabezas de
porcelana. También se usará a gran escala el polvo cerámico, lo que dará
lugar a una amplísima producción de muñecas y bebés con cabeza de
cerámica, más adsequibles a todas las niñas y no por ello, gran parte de
ellas, realmente hermosas.
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